El primer día del taller recuerdo haber llegado un poco nerviosa, no sabía con exactitud qué esperar, pero estaba determinada a aprovechar al máximo aquella oportunidad, acompañada de la emoción de sumergirme en una experiencia nueva. Lo que más me sorprendió fue la calidez y amabilidad de todos los participantes. Desde ese momento me sentí parte de un equipo, acogida, y esa atmósfera de confianza se mantuvo durante las cinco intensas jornadas que duró el taller.
Una de las cosas más valiosas fue el enfoque de nuestra facilitadora, Laura. Desde el inicio nos invitó a participar con el ánimo de contribuir, a ser respetuosos para dar retroalimentación y a ofrecerla siempre desde un lugar constructivo, con la intención de apoyar los objetivos de nuestros colegas.
Estos detalles, por muy pequeños que parezcan, marcaron la diferencia: convirtieron la crítica en una herramienta de crecimiento para resaltar fortalezas y, al mismo tiempo, señalar con cuidado los aspectos que podrían mejorar.
El taller fue un espacio único en el que no hubo juicios duros ni frialdad académica; sino un lugar de escucha atenta y comentarios pensados para impulsar a cada participante. Me pareció especialmente enriquecedor porque, en contraste con otros programas de formación intensiva, aquí la retroalimentación no se limitaba a corregir aspectos puntuales o técnicos, sino que buscaba reforzar la confianza y vislumbrar nuevas posibilidades en nuestro desempeño.
Quedé asombrada y profundamente agradecida con la dedicación de cada uno de mis colegas: cada discurso presentado fue preparado con esmero, y cada comentario fue dado para fomentar un ambiente de respeto y colaboración.
El taller no sólo se centró en la escucha y crítica entre pares, sino que tuvo un componente cultural y humano sumamente valioso. Pudimos disfrutar juntos de la gastronomía local y convivir con tranquilidad gracias a la cuidadosa organización del programa. Los horarios eran realistas, con suficiente tiempo para descansar, tomar café y compartir conversaciones informales que poco a poco fueron tejiendo amistades.
Al final de cada jornada me sentí satisfecha y alegre, dispuesta a empezar el día siguiente con entusiasmo para aprender y mejorar.
Me permitiré resumir en tres puntos lo que más me gustó de esta experiencia:
- La calidez y profesionalismo de nuestra facilitadora y de mis colegas que con su escucha y comentarios contribuyeron a un aprendizaje profundo y humano.
- La excelente organización del taller nos permitió aprender sin prisas, convivir, descansar y disfrutar de la cultura local.
- La diversidad de perspectivas y experiencias compartidas que surgió de las conversaciones con colegas de distintas partes del mundo, con quienes pudimos reflexionar sobre los retos de la profesión y los caminos para avanzar.
Finalmente, no puedo dejar de reconocer el gran esfuerzo de la Fundación Italia Morayta. Me parece un gesto generoso y altruista que proporcionen el espacio, así como el equipo técnico y las cabinas, además del apoyo de técnicos profesionales, para hacer posible un evento de esta calidad. Personalmente estoy sumamente agradecida por la beca que me otorgaron para poder ser parte de esta grata experiencia.
Me llevo de este taller no sólo aprendizajes teóricos, sino también la certeza de que la interpretación puede florecer en un espacio de confianza, colaboración y generosidad.
Last modified: septiembre 24, 2025