Porque queremos que la comunicación sea eficiente, y casi nadie es totalmente bilingüe. Invertir en una actividad en la que el mensaje no se transmite de manera eficaz equivale a tirar el dinero a la basura. A continuación, presentamos tres ejemplos de la vida real:
- Quien utiliza su lengua materna para comunicarse, tiene una ventaja competitiva sobre quien lo hace en un segundo idioma.
Acompañamos a un cliente a los Estados Unidos para que participara en una negociación sumamente compleja en la que había muchas cosas en juego. Dos de sus colegas habían regresado sin lograr su cometido, pero nuestro cliente tuvo éxito. ¿Por qué? Según sus propias palabras, porque pudo concentrarse en el qué y dejar que los intérpretes se preocuparan por el cómo. Los dos negociadores anteriores estaban en desventaja porque estaban dialogando en su segunda lengua mientras que sus contrapartes lo hacían en su lengua materna.
- Quien escucha en su propia lengua tiene mayor capacidad de retención y comprensión que quien lo hace en un segundo idioma.
Un cliente organizó un diplomado con profesores extranjeros para funcionarios mexicanos. Aunque había interpretación simultánea, los alumnos preferían no ponerse los receptores de interpretación, pues eso significaba ponerse en evidencia con sus pares. Las calificaciones de la primera generación dejaron mucho que desear. Una vez identificado el problema, se quitó el sonido de la sala y todos los participantes tenían que utilizar audífonos. Nadie sabía si estaban escuchando al orador en el original o la traducción en español. Las calificaciones subieron significativamente. Cuando escuchamos en nuestro propio idioma no tenemos que prestar atención más que al contenido. En cambio, cuando escuchamos en una lengua extranjera, necesitamos dividir nuestra atención entre el contenido, y el continente, en este caso, la lengua y el acento del orador.
- Es mayor el conocimiento pasivo en nuestra lengua que en una lengua extranjera.
Si en nuestra propia lengua hay acentos y variantes dialectales que nos cuesta más trabajo entender que otros, este problema se exacerba cuando estamos escuchando en una lengua extranjera. Además, nuestro acervo léxico es mucho más amplio en nuestro propio idioma. ¿Quién de nuestros lectores en México no ha leído o escuchado palabras como gilipollas, chévere o guagua aunque nunca las haya utilizado? ¿Cuántos acentos y variantes dialectales entenderán, en su segunda lengua, las personas que queremos que reciban el mensaje de nuestro evento?
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Last modified: marzo 14, 2024